29/7/17

Amor primero.



 

El amor es tan puro
o lo fue tiempo atrás.
Tan libre y ahora tan esclavo.
Tan omnipresente,
por todos tan juzgado omnipotente.

Y es triste,
creído letal pero solo es sandez.

Los matices venenosos,
los puñales,
la cruenta voz y el color rojo
el egoísmo, la exclusividad,
son adjetivos que nosotros
como seres inmaduros
le hemos añadido a hostia y pedrada.

Sucumbimos al lado más salvaje
y mordemos como animales no pensantes cuando se trata de querer.
Abandonamos la razón y la luz
apoyando con inconsciente saña los codos en el dictado del corazón
tan romántico y suicida
que acabamos por hacer herida, agujero, destrozo y ruinas irreparables.

Eso es, querida,
somos nosotros lo imperfecto
de aquello que por naturaleza es tan perfecto.
Somos la luz titubeante del amor
que es solo luz revitalizadora y constante.

Y, sin embargo, insistimos en limpiarnos las manos y echarle la culpa.
Se nos da jodidamente bien el papel de víctima.


Pero te confieso que
aunque nunca lo haya conocido de esta forma
amar es tan bello
si uno se ama primero,
amar con las manos extendidas
sin ser ciego.

Amar como se desea recibir amor y recibirlo como se da,
sin más ni menos.

Amar limpiamente,
amar, en definitiva, como debería de amarse
si fuéramos, quizá, un poco menos imbéciles
un poco menos egoístas
y un poco más buenos.


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