31/7/17

Espera(nza).




Las noches acontecen más pesadas desde que una neblina espesa con aspecto de nostalgia se acerca al borde de mi lecho preguntando en agonía que dónde estás, luz, si conozco la causa de tu aleteo súbito hacia el confin lejano. Y cuando me niego a responder, no queriendo si no, no teniendo aliento capaz de avivar el léxico que ansía, triste y rabiosa, viniendo a ser en el fondo el mismo vendaval, me azota tres veces, separa mis costillas y se incrusta ahí. Ahí, en el mismo hueco de piel manchada que se suponía clausurado y bajo tu promesa de protección y beso. Ahí, en el terreno que jamás se atrevió a habitar la razón y el juicio sano.Sé ahora que fuiste una efímera promesa de oro en polvo mas, cegada por la vorágine, solo supe verlo a destiempo y eso siempre ha significado "tarde". Incluso hay mañanas ciegas en las que aún amanezco siendo creyente de que nunca rugiste en mi contra, por más que me halle siendo arrastrada por tus colmillos y sed de un extremo al otro del periplo. Podría haber alimentado a la bestia hasta mis huesos, podría haberle calmado los tormentos y besado los tobillos en sangre que tantísimas veces infundían en tu mente locura para que yo la durmiese con un manto de afecto. No me habría importado perecer infinitas noches bajo las también infinitas estrellas de tus pestañas mientras, la titubeante posibilidad de un renacer en cada alba con tu respiración cerca, empoderada y mimosa, existiese. Por muy volátil y capitana que deseara vestirse para acobardarme.
Sin embargo, te fuiste como el humo y no pude abrazar aquello que ascendía. Me arrodillé ante la ceniza que, nada sutil, menos aún delicada, se convertía en reminiscencia y se burlaba de mi llanto. Llegué a sentirme inerte y me pesó la culpa de no poder brillar con tanta luz como para seguirte. Advertí en mi reflejo un adversario y me consumió el pensar, me devoré por dentro y manché mi piel con tus restos evanescentes, pequeña. No supe qué hice mal y por qué era incapaz de avanzar con tu música y brillo. Pensé que el error había sido mío por querer mantenerte cerca para no pasar frío, para no temerme, ni llenarme de vacío, sin darme cuenta de que cada una tiene y tenía entonces su propio sino. Mi presente únicamente te declaraba esclava de un terreno rocoso al que las olas no dejarían de maltratar y las aguas siempre tratarían de mojarte el vuelo y hundirte con amor.

Pero sigo aquí, rodeada de sirenas que cantan cómo ya no puedo apagarme porque no he vuelto a estar encendida, que claman un rescate desde arriba pues, el sempiterno anhelo de morir en tu piel cual cauce de mi propio río y renacer con el sol y tu brío, es una brasa helada junto a otras que aun se mantienen cálidas, esperanzadas y conmigo.

29/7/17

Amor primero.



 

El amor es tan puro
o lo fue tiempo atrás.
Tan libre y ahora tan esclavo.
Tan omnipresente,
por todos tan juzgado omnipotente.

Y es triste,
creído letal pero solo es sandez.

Los matices venenosos,
los puñales,
la cruenta voz y el color rojo
el egoísmo, la exclusividad,
son adjetivos que nosotros
como seres inmaduros
le hemos añadido a hostia y pedrada.

Sucumbimos al lado más salvaje
y mordemos como animales no pensantes cuando se trata de querer.
Abandonamos la razón y la luz
apoyando con inconsciente saña los codos en el dictado del corazón
tan romántico y suicida
que acabamos por hacer herida, agujero, destrozo y ruinas irreparables.

Eso es, querida,
somos nosotros lo imperfecto
de aquello que por naturaleza es tan perfecto.
Somos la luz titubeante del amor
que es solo luz revitalizadora y constante.

Y, sin embargo, insistimos en limpiarnos las manos y echarle la culpa.
Se nos da jodidamente bien el papel de víctima.


Pero te confieso que
aunque nunca lo haya conocido de esta forma
amar es tan bello
si uno se ama primero,
amar con las manos extendidas
sin ser ciego.

Amar como se desea recibir amor y recibirlo como se da,
sin más ni menos.

Amar limpiamente,
amar, en definitiva, como debería de amarse
si fuéramos, quizá, un poco menos imbéciles
un poco menos egoístas
y un poco más buenos.


Tendencias por herencia.




Siempre he sido más de versarte
los besos que ansío darte
de decirte en líneas suaves
lo que quiero hacerte
sin después llegar a nada.

Es que sí
cobarde en demasía
siempre he sido eso
más poeta
que persona
más alma racional
que fiera concupiscente.


Y como el amor se puede hacer
y deshacer
en todas partes
de cualquier manera
siempre he sido eso;
más de versarte
los besos que ansío darte.

Habré, quizá, pecado.

 


Qué vida más muerta
y qué muerta está la vida.

¿En qué nos hemos convertido?
¿qué ha hecho el tiempo?
¿cuánto ha llovido afuera para inundarnos por dentro?
¿de qué forma tan voraz nos ha azotado el viento?
¿por qué caemos
y caemos
   y
    c
     a
      e
       m
         o
          s
            ?


Podrá ser
ay de mi,
ay de nosotros,
que estemos siendo castigados
por algún mal como bien percibido.

A fin y al cabo
la existencia
y de repente dinamita
y polvo negro en las mejillas
es tan relativo.

Soy
¿quién soy?

Patience.

 


Espero que perdones a estas manos temblorosas
que acarician tu tez
con el temor de que se evapore
como otras.

Disculpa este aliento evanescente
que esclaviza mi voz
impidiendo que gima
o que grite.

Paciencia es lo que evoco
para poder quitarme la piel
y no sentir frío.

Regalame la fragancia
de la fricción,
el aroma a amor y sexo,
de sexo con amor,
por amor,
hasta sin amor.

Yo lo olfatearé como una perra,
seré,
seré entonces tu perra,
sin miedos,
sin huella.