Noah y Mike

"ACTUACIÓN"

En colaboración con la bella Ana, quien lleva el personaje de Noah en este rol.
Yo soy Mike, el texto en azul.



Mike:
No estaba seguro del todo sobre mis intenciones, me sentía tan tenso. Noah no se había cerrado en banda a mi anterior propuesta, es más, parecía no haberle sorprendido de forma negativa, sin embargo, su sorpresa, aunque neutral, me había puesto tan nervioso que prefería retroceder el tiempo y no haberle planteado actuar conmigo la escena de baile.

De todas formas, ya había metido parte del cuerpo en la boca del lobo ¿importaría demasiado arriesgarme y meter el cuerpo completo? ¿qué sería lo peor que podría pasarme? ¿tal vez que mi mejor amigo pensase que soy gay?

"No, Noah sabe bien que me gustan las niñas" pensé.

Entonces supongo que no había un impedimento real, además del miedo a su prejuicio. Carraspeé transformando aquella inseguridad de manos temblorosas y garganta hecha nudo en seguridad y voz firme. Me incliné hacia Noah y le tendí mi mano.

— ¿Bailas? —Pregunté.



Noah:
Su compañero de aventuras y mejor amigo se encontraba enfrente suyo, con el rostro teñido de un rojo carmesí y con la mano que le era extendida, levemente temblorosa; no sabía que hacer o decir, puesto a que estaba más que seguro que el pelinegro abandonaría esa absurda idea y cambiaría el tema como de costumbre, pero esta vez... Increíblemente, estaba equivocado.

Sin ánimos de incomodarle aún más, dado a que se imaginaba lo que vergonzoso que debía ser estar en su posición, posó su mano sobre la suya algo temeroso y se levantó de la comodidad de su asiento, dejando a un lado el cojín que antes abrazaba.

No era un experto en estas cosas y eso era más que evidente, pero por sentido común, llevó la mano que sostenía la suya hasta su cadera y de la misma manera guió la otra, claro, indicándole que él sería quien le guiaría; por inercia sus manos fueron hasta el cuello ajeno, aunque con algo de dificultad dada la diferencia un tanto marcada, de estaturas. No tuvo otro escape más que clavar su mirada en el suelo... ¿De verdad estaba haciendo esto?



Mike:
Era torpe e inexperto, creo que jamás había bailado antes en serio, o tratando de que fuese en serio, por lo que agradecí la iniciativa del menor guiando mis manos hasta su cintura. A primera instancia lo sentí tan extraño que quise apartar las manos, pero no lo hice y me arrepentí de haber pensado en hacerlo cuando dejé de sentirme incómodo. Afirmé entonces el agarre y estiré el cuello al notar las manos ajenas rodearlo. De acuerdo, efectivamente esto era lo más raro que había hecho jamás y raramente no me desagradaba.

— Okay, amh... A ver. —Carraspeé mirando el rostro casi escondido por el cabello de mi pareja de baile, quien se hallaba mirando hacia nuestros pies—. Tú eres ella, entonces... Amh... —Di una bocanada de aire observando la pared que decoraba fondo de la habitación, me mentalicé de que esta misma era el gimnasio en donde se celebraría el snowball y, regresando la mirada al chico, traté de ver en él a Eleven—. Uhm... Estás muy bonita.



Noah:
Su mente hacia una jugada audaz y no podía definir con exactitud si aquel sentimiento, que ahora acobijaba su pecho era incomodidad o... ¿Felicidad?

Cuando escuchó aquellas palabras, no pudo evitarlo y soltó una risita, la cual de inmediato intentó esconder tosiendo un poco; seguramente había sido de lo más difícil decirlo, más aparte, haber tenido que imaginar que no era él a quien se lo decía y tomando eso en cuenta, se mantuvo al margen con la cabeza baja, elevando ésta apenas unos segundos para dedicarle una tenue sonrisa.

¿Contestar?, ¿no hacerlo?, no sabía que hacer...

Por más que rondaba la idea de apoyar a su colega, en su cabeza, persistía la contraparte de ello, que le invitaba a guardar silencio y sólo prestarse como material didáctico para éste.



Mike:
La pesadez fue abandonando mi cuerpo y me sentí destensado por fin. Acaricié durante una milésima de segundo la espalda ajena para transmitirle seguridad. Ya era suficiente con haber aceptado ayudarme en aquella retorcida prueba, seguramente en el fondo se sentía estúpido e incómodo. Es lo que yo creía y no podía evitar pensar... sintiéndome de alguna forma mal y culpable. Entonces me veía en la obligación de que, mientras durase la actuación, Noah se sintiese lo más a gusto posible. Quizá por orgullo.

— Imagina música. —Susurré comenzando a mecerme hacia los lados con un ritmo mental—. E imagina que soy alguna chica que te guste... Será más sencillo. —Propuse reposando mi frente en la suya y mirando hacia el suelo mientras el baile tomaba más seguridad.



Noah:
Conforme fueron pasando los segundos, podía sentir que la rectitud e incomodidad del contrario iba disminuyendo y por un momento, sintió una inexplicable calidez en el pecho... ¿Realmente estaba disfrutando de su compañía de esta forma?

Momentáneamente, mientras su mente hacia desfiguros, los dedos ajenos se deslizaron con suavidad por lo que podría llamarse su "talle" y no pudo evitar que sus ojos se abriesen más de la cuenta, y que sus mejillas se tornaran a un rojo vivo, el cual esclarecía aún más siendo éstas extremadamente pálidas, como las del pelinegro. En ese instante, comenzó a sentirse ligeramente nervioso y cuando escuchó aquellas palabras, y la frente ajena se posó sobre la suya, no pudo evitar cerrar sus ojos de golpe, encajando levemente sus escasas uñas de una mano, en el dorso de la otra; estaba realmente avergonzado, pero se sentía inmensamente feliz, aunque aún no lograba descifrar el por qué. Siguiendo las indicaciones del más alto, comenzó un vaivén de un lado al otro, en sintonía con su ritmo y con más tranquilidad, soltó un suspiro, acariciando muy parcialmente su nuca.

¿Por qué querría imaginar a una chica?, es decir... No la estaba pasando mal.



Mike:
Pude percibir cómo las mejillas ajenas tomaban color y, a diferencia de lo que habría esperado un par de horas antes, me resultaba agradable y enternecedor. No pude evitar esbozar una sonrisa, pero de repente la neblina volvió a mi mente y nubló la comodidad.

— Chicas... porque te gustan las chicas ¿verdad? —Cuestioné. Remontándome a anécdotas y recuerdos, no recordaba ningún momento en el que a Noah le hubiese gustado alguna niña. Aquello no quería decir nada, claro ¿pero y si sí? En caso afirmativo, le daría todo mi apoyo y no cambiaría nada, pero claro... entonces el baile... ¿Entonces sería realmente raro? Aun así, me sentía bien actuando aquello, incluso si no imaginaba constantemente a Eleven. ¿Qué éramos más que dos amigos bailando? ¿por qué no podrían bailar dos amigos?



Noah:
La amarga y cruda realidad, nuevamente anotaba un punto a su favor, y le hacía volver a tener todas aquellas inseguridades que había tenido en el comienzo de aquella "pieza". No tenía idea del por qué... Pero, aunque en su mente persistía la idea de que sí, debía decir que le gustaban las chicas, no reaccionaba y, por tanto, se había quedado en un silencio profundo e incómodo.

¿Qué le sucedía?, es decir... Sí, claro, le atraían las chicas, pero ¿por qué no podía decirlo con tal certeza?, más bien, ¿por qué lo dudaba? Sin ánimos de tensar la atmósfera de la velada, el castaño poco a poco deslizó sus manos por los costados del cuello del contrario y retiró éstas finalmente de su persona, frunciendo sus labios a la par de dicha acción.

Al transcurrir un par de segundos, el de baja estatura enmarcó una imperceptible sonrisa e intentando sonar lo más vivaz posible, comenzó a decir.

— ¡Seguro le encantará tu manera de bailar! No tienes de qué preocuparte.



Mike:
Sin darme cuenta me había sumergido en una atmósfera casi utópica por su serenidad. No me percataba del movimiento de nuestros pies, ni de si desde nuestro círculo hacia fuera existía algo más... mi total atención se la llevaba la música y la comodidad que extrañamente me había inundado hasta los talones. Hacer aquello con mi mejor amigo era muy agradable.

«No podría haber elegido a nadie mejor. Dudo que con Dustin o Lucas congeniase tan bien en el baile, dudo que existiese tanta afinidad...» pensé y casi como si mi mente fuese trasparente, Noah había sonreído.

No estaba de más añadir que el castaño era mi mejor opción para probar aquello que quería hacer con Eleven, ya que nuestra confianza no tenía fin y en cuanto dejamos de percibir aquella acción como nueva y ajena, empezamos a disfrutarla. Tenía el presentimiento de que fluiría de esa forma, aunque plantearlo me había costado de más.

De repente sentí frío. Las manos del menor se alejaron de mi cuello y se acercaron a su propia anatomía. Vi como dejaba de mecerse y se alejaba. Me sentí increíblemente desprotegido y decepcionado. Entonces habló, elogió mi forma de bailar... como si a mí me importase eso, solo quería seguir bailando.

— Pero... Aún no es suficiente. —Protesté agarrando nuevamente su cintura para acercarle a mí y volver a sentirme bien—. No he practicado nada.



Noah:
Una vez que su cuerpo se acopló a la idea de alejarse, poco a poco se fue apartando de su colega y en el momento en que sintió las manos de este sobre su cintura, y que más aparte, éstas le atrajeron hacia sí, no pudo evitar que sus ojos se abriesen más de la cuenta y que sus mejillas nuevamente se colorearan de un tenue granate.

— ¿Uh...? No lograba concebir el hecho de que el pelinegro reaccionase así y mucho menos, que le detuviese con la intención de continuar con aquella danza. ¿Qué le sucedía?, no podía decirlo con exactitud, pero abrazándose a su inseguridad, llevó ambas de sus manos hasta las ajenas y negando una, y otra vez con la cabeza, comentó.

— Mike... No tienes que fingir. No quieres seguir bailando conmigo. ¿Qué otra cosa podría decir?, es decir... Eran hombres y hacer algo como esto, por mucho que lo negase, era extraño, y aunque al castaño le hiciese sentir una felicidad enorme, ¿qué le aseguraba que el sentimiento era mutuo? En silencio, esperó pacientemente la respuesta del contrario y con gran esfuerzo de que no lo notase, encajó con suavidad sus uñas, en las manos de su compañero, a la par que bajaba su cabeza y cerraba sus ojos con algo de fuerza. Acaso... ¿No quería estar en lo correcto?, si ese fuese el caso, querría decir que... De verdad quería seguir bailando con él.

"Doy asco", pensó.



Mike:
Mi reacción, al volver a acercar su cuerpo, había sido imprevista y ajena, sin embargo, la guinda del pastel se la llevaba el castaño sin duda, negándose a seguir bailando conmigo por miedo a que mi iniciativa naciese únicamente de un sentimiento de lástima y obligación más que de la realidad de haberme sentido bien.

Noah pronunció en voz baja las patéticas y tristes palabras que me arañaron la garganta por dentro, tensándome de mala manera. Mi mejor amigo era la persona más insegura del mundo y yo lo detestaba. Nunca antes se había dado aquella situación como para haber tenido el augurio a priori de que se sentiría tan poca cosa, pero en cualquier otro ámbito resultaba igual.

Sentí como sus uñas presionaban la piel del dorso de mi mano, como intentando rascar de mí una respuesta veloz de la forma más literal posible.

Hice un mohín con la boca, protestando en cierto modo y ascendí sus brazos, guiando sus manos a mi cuello por segunda vez.

— ¿Tengo cara de hacer esto a la fuerza? —Atraje aún más el cuerpo del chico para poder darle un reconfortante abrazo que avivase su escondida seguridad.



Noah:
Su inseguridad era un mano que cubría sus verdaderos sentimientos y por mucho que lo intentase, siempre terminaba dominando ella por sobre éstos.

No era algo que fuese nuevo... Mike lo sabía mejor que nadie; le conocía tanto, que podía saber, inclusive sin la necesidad de decirlo, cuando el castaño estaba atravesando una crisis en función a ello y claro, sabía de sobra lo mal que se le daba aquello relacionado con la autoestima, seguridad y todo lo que girase en torno a esto.

Sin percatarse de ello e inmerso en sus pensamientos, las manos del contrario dirigieron las suyas hasta su cuello y con más seguridad, y plenitud que antes, atrajo el cuerpo del castaño hacia sí, envolviendo ahora no sólo su cintura, si no todo su torso con sus brazos; evidentemente le había dejado sin escapatoria alguna.

No podía explicar qué sentía... No era para incomodidad o repulsión, de verdad que no lo era. Era una combinación entre felicidad, emoción, ¿tranquilidad?

Le hacía inmensamente dichoso el hecho de saber que su amigo no le tenía repudio, sino todo lo contrario.

Con algo de timidez, hundió su rostro en su pecho, y por un segundo, se dejó embriagar por la fragancia del suéter de su compañero. ¿Desde hace cuánto había pasado por alto el detalle tan adictivo de su olor?

— No...

Susurro aquello, comenzando una vez más el suave vaivén que anteriormente marcaba el paso.

No había música, eso estaba de más decirlo, pero extrañamente, sentía que posiblemente sería una melodía que les envolvería en una atmósfera demasiado romántica y tranquila, por más extraño que eso sonase.

Mientras dejaba volar su imaginación, sintió como la respiración del contrario chocaba contra su cabello y por un segundo, toda su piel se erizó. Era una sensación completamente nueva, una que, a pesar de ser desconocida, no le desagradaba en lo absoluto y que en busca de experimentarla una vez más, llevó a cabo una alocada, y precipitada acción.

No lo consultó, por supuesto y una vez más detuvo aquel bamboleo, esta vez llevando sus manos hasta las mejillas contrarias.

¿Qué hacía?, ¡ni él lo sabía!, pero armado de valor, sostuvo la mirada ajena, la cual estaba comprensiblemente confundida. No lo pensó una vez más, pues sabía que se arrepentiría y fue así como por fin se decidió, y parándose sobre la punta de sus pies, alcanzó la comisura de sus labios, la cual rozó muy parcialmente.

Posiblemente le odiaría, pero... Su cuerpo, al parecer, había sido poseído por una fuerza aún más intensa que su sentido de la razón.

"Perdón... Mike".


Mike:

Cuando las manos del chico volvieron a aferrarse a mí cuello, pude sentir nuevamente ese peculiar bienestar, sin embargo, analizarlo con realismo me turbaba de mala manera, así que varias veces traté de evocar en su rostro los rasgos femeninos de Eleven. Eleven era una chica, entonces... aquello estaría bien. Los rasgos de Noah también eran bastante delicados, finos ¿femeninos quizá? Traté de hacerme la idea que aquella era la razón por la que podía sentir una atracción diferente hacia él, respecto a los demás del grupo. Si aquella era la razón sólida, no estaba volviéndome tan loco. Cosas que pasan... ¿No?

Imaginé que la situación no se descontrolaría más hasta que la sangre de mi mejor amigo se fijó únicamente en el umbral de sus mejillas. Ese tono le sentaba jodidamente bien.

«Eleven, Eleven... Noah es Eleven, es una chica. Noah ahora mismo es una chica. No está mal, no estás mal, Mike. Es normal, es normal» me dije mentalmente.

El conflicto en mi mente me abrumaba y, seguramente, desde fuera se podía percibir mi rostro como el de un cadáver; pálido y estático, al igual que mi cuerpo hasta que el menor comenzó a moverse, como volviendo a bailar.

Pero se sentía tan bien.

Y de repente, salí de mi propia mente, explotó mi razón. Noah había posado sus labios sobre los míos. Aquello era un beso. Noah, un chico, mi mejor amigo... me estaba besando. ¿Acaso sentía algo por mí? ¿acaso? Correspondí un segundo de ósculo imposible de evitar, después aparté al chico, totalmente acojonado.

— Qué... ¿qué haces? —Exclamé confundido.

Y el rostro de Noah se tensó tanto que parecía querer llorar. ¿Pero qué mierda estaba haciendo? ¿por qué mi reacción había sido antónima al real anhelo? ¿por qué había evitado aquello que no sabía cómo buscar, pero me tentaba continuamente? Al igual que el menor al tomar primero la iniciativa, tampoco supe de dónde nació el valor y el coraje. Agarré la camiseta del chico, siendo un total y torpe matojo de nervios, y le atraje otra vez hacia mí con brusquedad, desesperado en cierto modo. Sus pupilas temblorosas se posaron en las tan dilatadas mías y negué con la cabeza, completamente incrédulo, antes de imitar su acción y besarle, pero con más seguridad y más ganas que antes.


Noah:
Había arruinado todo... Había "metido la pata", pero extremadamente profundo.

Las manos ajenas ya no le acobijaban con gentileza, éstas, por otro lado, ahora se encontraban en sus hombros, haciendo presión sobre ellos para que la distancia entre ellos predominara.

No podía explicarlo... No podía contestar a aquel cuestionamiento, por mucho que lo intentase. Había sido un impulso, debía admitir, pero ¿el hecho de que lo hiciera supondría que llevaba tiempo reprimiendo ese deseo?

Sin poder evitarlo, poco a poco sus ojos se cristalizaron y podía afirmar a ciencia cierta, que era cuestión de segundos para que aquel líquido salino se desbordara y comenzara a deslizarse por sus pálidas mejillas. No era algo nuevo, reiterando; desde muy pequeño, se caracterizaba por ser un niño empático y sensible, y en una situación así, era aún más probable que reaccionase así.

De un momento a otro, aún inmerso en aquel repentino shock, sintió como las manos de su colega pasaban de sus hombros al cuello de su camiseta y sin percatarse del resto de los hechos, reaccionó hasta que sintió una vez más la carnosa y suave superficie sobre sus labios.

¿Qué intentaba su amigo?, no lograba entender qué estaba sucediendo y esta vez fue él quien separó apenas unos centímetros del contrario, por un período de tiempo en extremo corto.

¿Con qué fin?, claro, para apreciar el rostro ajeno.

Estaba confundido... ¿Enojado?, no... Pero sabía que la mente de su amigo, en ese momento, era un mar de pensamientos tanto positivos, como negativos, pero sabía cuándo él iba enserio y por ello, una vez más unió sus labios con los suyos, y deslizó su temblorosa mano hasta sus rizados cabellos, los cuales acarició con delicadeza y en cierto modo, miedo.

No era un experto, pero por sentido común, abrazó los labios ajenos con los suyos y a la par, siguió rozando su mano contra los tersos cabellos de Mike.



Mike:
Sentí pánico cuando el castaño se alejó de mí por una milésima de segundo. Pánico de que no volviese a acercarse. Pánico de que viese mi cara sin ninguna expresión y totalmente perdida.

Agradecí al cielo que volviese a devorar los centímetros que separaban nuestras bocas.

De repente, irrumpió en la escena el sonido de unos nodillos chocando con la madera de mi puerta. Sería mamá. Me separé con la velocidad de un rayo. Miré a Noah con las pupilas temblorosas y asentí como diciéndole que disimulase aunque ¿quién sospecharía algo? ¿y qué deberían sospechar? ¿qué acababa de pasar? No tenía ni idea, pero era mejo prevenir con aquella tácita advertencia.

Me aproximé a la entrada de mi habitación y abrí la puerta.

— ¿Ocurre algo?

— No, cielo. Me he quedado dormida en el sofá, iba a irme ya a la cama, pero he visto que había luz en la habitación… —Miró directamente hacia la pantalla luminosa del ordenador—. y mañana tenéis clase. Así que a dormir ahora, eh. Que no me entere que seguís despiertos.

Buscó con la mirada a Noah, para darle las buenas noches y cerró la puerta tras de sí. Entonces me congelé, porque volví de un empujón a la misma escena sin sentido de hacía escasos minutos.

— Bien, debemos… sí, debemos dormir.



Noah:
De un momento a otro, llamaron a la puerta y una fuerza sobre natural se apoderó del cuerpo del más bajo, haciéndole separarse del pelinegro más rápido que la velocidad de... ¿La luz?

No sabía que hacer, sus mejillas eran el foco de atención en su cara y podía afirmar a ciencia cierta que sus labios estaban hinchados; ¿qué le iba a decir a la madre de su mejor amigo?, sabía cuán entrometida podía llegar ser y lo comprendía, pues es algo propio del instinto maternal, pero, ¿cómo explicar una situación así?

Sin ánimos de despertar la curiosidad de la mayor, se dio media vuelta y fingió estar guardando el resto de su anterior atuendo.

Era algo en extremo cliché, pero no tenía otra opción.

Una vez que repartió las buenas noches, el castaño retomó su postura y soltando un pesado suspiro, frotó su rostro con ambas de sus manos, asintiendo un par de veces con la cabeza.

Posterior a tomarse unos segundo para calmar sus nervios, el niño atisbo por el rabillo de su ojo al ajeno y jugueteando una de sus manos, con la otra, comentó.

— Yo... ¿Tienes alguna manta?, podría dormir en el suelo.

No era algo nuevo el dormir con su mejor amigo, pero tomando en cuenta el hecho de que ni siquiera podía mirarle a los ojos, ¿cómo podría compartir la cama con él?



Mike:
— ¿Qué? —Exclamé—. No, pff, no. —Protesté.

¿En qué clase de mejor amigo me convertiría si dejaba a mi mejor amigo dormir en el suelo en pleno invierno? Tan solo nos habíamos besado, a ver, no había que perder la cabeza ni los nervios.

Tan solo nos habíamos besado… tan solo ¡¿tan solo?! Efectivamente, era un matojo de pánico, pero no podía exteriorizarlo en demasía. Debía mantener la compostura, la cordura, y manejar la situación con la mayor serenidad posible.

— No, a ver… ya sabes dónde está mi cama. — La señalé con la mirada y un gesto de cabeza— . No se ha movido de ahí desde la última vez. —Confesé algo tenso mientras me rascaba la nuca, acercándome a dicho mueble—. Respecto a lo que ha… bueno, eso. Estábamos actuando ¿no? Quiero decir, tú eras Eleven y yo… tú estabas pensando en alguna chica, eso es todo. Tranquilo.

Y esbocé la sonrisa más sosegada que era capaz de mostrar en la situación más violenta. Más más más. Me sentía desconcertado, pero no mal, no, para nada mal. Era extraño.

Abrí la cama, separando las sábanas y me senté en ella esperando que el menor decidiese acercarse.

— Amigos, ey. —Le enseñé el puño para que este lo chocase con el suyo—. Pese a cualquier cosa. Estas tonterías… pasan, bueno, y si no lo hacen ¿qué más da? No es la gran cosa… — Rodé los ojos.

Aunque sí había sido la gran cosa.



Noah:

¿Cómo podía mantener la calma?, si bien sabía que el pelinegro lo consideraban el "líder" del pequeño grupo de amigos, debido a que él era el único con los nervios y la tranquilidad intactos ante cualquier situación, pero, ¿cómo podía inclusive ahora mantenerse tan estable?

No lograba explicarse, aunque tal vez lo estaba dando demasiada importancia y viéndolo por el lado amable, efectivamente, sólo le estaba ayudando a recrear un ideal, pero... ¿Por qué habían llegado a tal extremo?, más importante aún, ¿por qué él no imaginó que fuese alguien diferente?

Algo desganado, llevó su maño hecha un puño hasta la contraria y chocando sus nudillos con los ajenos, esbozó una casi imperceptible sonrisa, la cual parecía más forzada que la amistad que había intentado entablar Mike con la chica amante de los videojuegos y que también, dominaba la patineta.

— Claro... Amigos.

Reafirmó, deslizando su cuerpo por la cama, para finalmente recostarse y dejarle un espacio a éste.

Una vez que se acomodó, dirigió su vista hasta la pared, siendo su único consuelo y frunciendo sus labios, dejó volar su imaginación, permitiendo que interrogantes le comiencen por dentro.

¿Cómo podría siquiera pensar en dormir?, es decir, había estado en contacto con cientos de sensaciones hacia un par de minutos... No podía limitarse a ignorarlas y ceder a los brazos de Morfeo,

La excesiva preocupación que apenas pude evitar que se notase, se hizo latente en mí al oír la voz del menor. Sonaba tan seco e indiferente. Conocía su voz de enfado -aunque rara vez rozase aquella emoción, era demasiado tranquilo y resistente- y sin embargo... no era no se trataba de aquella. Era un tono diferente, que traté de comprender mientras apagaba el ordenador y, tras esto, me metía en la cama, junto a su cuerpo, pero con distancia.



Mike:

Las sábanas estaban terriblemente heladas y mi mejor amigo terriblemente callado y tenso. La habíamos liado, el lobo nos había comido, habíamos metido no la pata si no el cuerpo, hasta el fondo y más allá.

—Descansa, idiota. —Solté una muy sutil risa para intentar enfrentar la tensión palpable, pero no obtuve resultado.

Me incorporé en mi esquina, le di la espalda porque así solía dormir mejor y cerré los ojos. No sin antes, aún girado y sin mirar, tapar un poco a Noah, quién tenía la espalda al descubierto y se iba a resfriar.



Noah:

No podía reírse en respuesta a la ocurrencia de su compañero, pero una vez más le dedicó una leve sonrisa, claro que... Aún era un tanto extraño, es decir, ¿cuándo había llegado a ser tan hostil?, ni en la peor situación lo había llegado a ser, pero no podía evitar actuar así. De verdad le había importado lo que ocurrió.

Cuando su compañero le dio las buenas noches, sintió de alguna forma que su pesar disminuyó un poco y carraspeando un poco su garganta, dijo.

— Buenas noches, bobo...

En el momento en que dijo eso, Mike tomó la postura en la que habitualmente dormía y a pesar de que el castaño solía darle la espalda también, ésta vez optó por reposar en el costado que le permitiese quedar frente a la espalda ajena.

Nunca le había observado a detalle... A diferencia de él, Mike tenía una espalda prominente y sus rizos se acomodaban a la perfección sobre su almohada; no pudo evitarlo y acercando únicamente su rostro, reposo su frente sobre su torso.



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